En cours de chargement...
Era el otono, después de haber pasado el tifus. Había estado en el hospital, y cuando salí tenía un aspecto tan endeble y vacilante que las dos o tres damas a las que pedí trabajo no me aceptaron, por temor. Se me había agotado casi todo el dinero, y después de vivir de la pensión durante dos meses, frecuentando agencias de colocaciones y escribiendo a todos los anuncios que me parecían respetables, casi perdí las esperanzas, porque el andar de un lado para otro no me había permitido recuperar peso ; así que no veía cómo podía cambiar mi suerte.
Pero cambió... , o así lo creí yo entonces. Un día me tropecé con una tal senora Railton, amiga de la senora que me había traído a Estados Unidos, y me paró para saludarme ; era de esas personas que hablan siempre con mucha familiaridad. Me preguntó qué me pasaba que estaba tan pálida, y cuando se lo conté, dijo : -Vaya, Hartley ; creo que tengo precisamente el puesto que necesitas. Ven manana a verme y hablaremos de esto.