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Para el mal lo más atrayente es sacudir, manchar y despedazar lo sacro, puro y bueno, es por eso que se dice entre los religiosos que hay que estar más alertas ante las acechanzas del maligno en tanto más se busca la salvación del alma y que muchas son las tentaciones que relumbran a los lados del camino hacia la santidad. A quienes proclaman una fe fortalecida el Diablo también los ataca mediante una serie de desgracias (como a Job) y toda clase de trampas.
De modo que no es raro que en los mismos conventos y templos, conocidos como la casa de Dios, más se esmere en perder almas. Los relatos que aquí se ofrecen, querido lector, te harán temblar y al mismo tiempo reflexionar acerca de qué tan templada está tu fe en el poder protector del Cielo.