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Britany caminaba lentamente por las calles vacías de la ciudad, sus pasos resonando en el pavimento húmedo de la lluvia reciente· Era una noche fría de otoño, y el viento susurraba entre los árboles desnudos, creando una sinfonía inquietante que parecía susurrarle al oído· A sus 57 años, Britany había aprendido a vivir con los ecos de su pasado, pero esa noche, aquellos ecos eran más fuertes que nunca. Había pasado gran parte de su vida tratando de escapar de los fantasmas que la perseguían· Su niñez fue una serie de pesadillas interminables, marcada por el abuso de su padrastro y la indiferencia cruel de su madre· La casa donde creció, una vieja mansión en las afueras de la ciudad, era un lugar de tormento y sufrimiento· Cada rincón, cada habitación, estaba impregnado de recuerdos oscuros que prefería olvidar. A los dieciocho años, Britany había hecho lo impensable· Una noche de verano, cuando el aire estaba cargado de electricidad y sus nervios estaban al borde del colapso, había tomado la vida de sus verdugos· Fue un acto desesperado de liberación, pero la liberación vino acompañada de un nuevo tipo de prisión: la culpa y el miedo constantes de ser descubierta. Años después, intentando reconstruir su vida, Britany encontró algo que cambió su mundo para siempre· Mientras paseaba por un parque en una tarde gris de noviembre, sus ojos se posaron en un pequeño bulto abandonado en un banco· Era un bebé, envuelto en una manta sucia, llorando débilmente· Britany se acercó, su corazón latiendo con fuerza, y al mirar al niño, sintió una conexión inmediata, como si el destino la hubiera llevado a ese momento.