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Si consideramos la situación existente entre 1917 y 1929 podemos comprender por qué nadie creía necesario realizar grandes innovaciones en materia de política económica. Los ferrocarriles ya no se expandían con la misma rapidez de antaño, los capitales británicos ya no ingresaban como antes, ni había nuevas tierras para ocupar, pero entraba el capital estadounidense y una gran cantidad de inmigrantes. Es cierto que ya se vislumbraban medidas proteccionistas que enturbiaban el futuro de nuestra exportación de grano, pero EEUU se ofrecía como un promisorio importador de nuestras carnes dando un impulso importante a nuestra economía. A su vez, la industria registraba un crecimiento respetable.
El pobre crecimiento demográfico europeo, y el británico en particular, obstruyeron el desarrollo de nuestra economía, pero lo mismo les sucedería a Australia y Canadá. En varios países la tasa de crecimiento disminuyó entre 1913 y 1929, y la respuesta de las autoridades argentinas ante el panorama mundial no parece haber sido del todo obtusa. Para desarrollar estos temas, hemos resumido lo esencial de ENSAYOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA ARGENTINA, de Alejandro Díaz, en sus capítulos: "La desaceleración del crecimiento entre 1914 y 1929: ¿una gran demora?" y el capitulo 2, "La economía argentina posterior a 1930".