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Pero, me diréis, le hemos pedido que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con una habitación propia ? Intentaré explicarme. Cuando me pedisteis que hablara de las mujeres y la novela, me senté a orillas de un río y me puse a pensar qué significarían esas palabras. Quizás implicaban sencillamente unas cuantas observaciones sobre Fanny Burney ; algunas más sobre Jane Austen ; un tributo a las Brontë y un esbozo de la rectoría de Haworth bajo la nieve ; algunas agudezas, de ser posible, sobre Miss Mitford ; una alusión respetuosa a George Eliot ; una referencia a Mrs.
Gaskell y esto habría bastado. Pero, pensándolo mejor, estas palabras no me parecieron tan sencillas. El título las mujeres y la novela quizá significaba, y quizás era éste el sentido que le dabais, las mujeres y su modo de ser ; o las mujeres y las novelas que escriben ; o las mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas ; o quizás estos tres sentidos estaban inextricablemente unidos y así es como queríais que yo enfocara el tema.
Pero cuando me puse a enfocarlo de este modo, que me pareció el más interesante, pronto me di cuenta de que esto presentaba un grave inconveniente. Nunca podría llegar a una conclusión. Nunca podría cumplir con lo que, tengo entendido, es el deber primordial de un conferenciante : entregaros tras un discurso de una hora una pepita de verdad pura para que la guardarais entre las hojas de vuestros cuadernos de apuntes y la conservarais para siempre en la repisa de la chimenea.